Arte en nuestra ciudad

CDMX

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Dimensiones

Altura: 4.88 m

Ancho: 1.78 m

Largo: 5.40 m

Peso: 8 toneladas

Ubicación actual

Hoy se encuentra en el corazón del Centro Histórico, frente al Museo Nacional de Arte, en la Plaza Manuel Tolsá.

Daños en la escultura, 2013

Si has circulado por la avenida Reforma, seguramente habrás pasado por la “Glorieta del caballito”, la primera glorieta de nuestra ciudad. Y aunque hoy la reconocemos gracias a la obra monumental del artista Sebastián, el caballito que le dio nombre es una obra mucho más antigua: La estatua ecuestre de Carlos IV.

Curiosamente, en la memoria de los habitantes de la ciudad, el verdadero protagonista de la pieza no es el monarca si no el caballo, al que cariñosamente llamamos “El caballito de Tolsá”.

El caballito de Tolsá

Historia de una de las esculturas más emblemáticas de la Ciudad

En 1795, el virrey de la Nueva España, Miguel de la Grúa propuso la realización de esta escultura, con el secreto propósito de limpiar la terrible reputación que tenía ante el rey. El diseño estuvo a cargo del artista Manuel Tolsá, que entregó un modelo inspirado en la escultura ecuestre del emperador romano Marco Aurelio; la idea fue aprobada y se comenzaron a reunir los recursos financieros necesarios para la realización de la obra.

El virrey consiguió el dinero gracias a las colectas de donativos y las corridas de toros que organizó, pero reunir las cinco toneladas de bronce necesarias no era tarea fácil, así que se construyó una estatua provisional -hecha de madera, estuco y hoja de oro- que se inauguró en la celebración del cumpleaños de la reina María Luisa, en diciembre de 1796.

En 1798, el virrey fue destituido, pero el proyecto de la obra continuó en manos de Tolsá, que después de muchos esfuerzos, en 1802, logró reunir todo el metal necesario para la creación de la pieza definitiva. Se dice que Tolsá realizó el fundido en una sola operación y que permaneció durante dos días frente al calor de los hornos, lo que provocó que perdiera los dientes. Después del vaciado, tuvieron que esperar cinco días para poder retirar el molde y empezar el trabajo de esculpido. Tolsá pasó catorce meses cortando, limando, cincelando y puliendo. Durante este proceso, se realizó un orificio en la parte trasera del caballo para que un trabajador pudiera entrar y quitar el material de relleno; cuenta la leyenda que un día, como un juego y por pura curiosidad decidieron averiguar cuántos hombres cabían en la monumental escultura, veinticinco trabajadores se introdujeron en la pieza, y a partir de ahí la empezaron a llamar “el caballito de Troya”.

La escultura se inauguró el 9 de diciembre de 1803, una vez más, en la conmemoración del aniversario de la reina María Luisa, en la Plaza Mayor del Centro Histórico (el Zócalo).

Detalle pata trasera

En 1821, durante la guerra de independencia, el sentimiento anti-monárquico dominaba y se propuso construir un nuevo monumento en su lugar, el hecho de que la pata trasera del caballo estuviera destruyendo un carcaj (símbolo de la dominación española sobre el Imperio Azteca) hacía que la escultura fuera repudiada. En un principio la obra fue cubierta con una carpa pero pronto se empezó a hablar de destruirla para fabricar cañones y monedas. Afortunadamente, Lucas Alamán, ministro en el nuevo gobierno, defendió la obra de arte y Guadalupe Victoria, primer presidente de México, decidió conservarla. La única manera de protegerla fue escondiéndola, así que en 1823, la escultura se trasladó a la sede de la Universidad de México, donde permaneció oculta.

Fue hasta 1852 que se volvió a hablar de la escultura, el alcalde de la ciudad Miguel Lerdo de Tejada propuso que se utilizara para ornamentar la primera glorieta de la ciudad en la avenida Bucareli y así se hizo. Desde este lugar, el caballito fue testigo de la historia de nuestra ciudad durante 127 años, hasta que en 1979, ante la necesidad de agilizar el tráfico, se decidió trasladarla a su ubicación actual, en la calle de Tacuba.

En 2013, dos siglos después de que Tolsá perdiera los dientes frente a los hornos, restauradores de un despacho contratado por el Fideicomiso del Centro Histórico, dañaron de forma irreversible la pieza. En tan sólo dos días deterioraron el 35% de la escultura, utilizando una técnica arcaica de limpiado basada en ácido nítrico. Inspectores del Instituto Nacional de Antropología e Historia intervinieron y detuvieron los trabajos, pero el daño ya estaba hecho. Ante la gravedad de la situación, autoridades federales asumieron la tarea de restauración, que costará más de 6 millones de pesos y reunirá a expertos de diferentes universidades e instituciones mexicanas.

Se espera que los trabajos comiencen en el segundo semestre del 2016, mientras tanto, “El caballito” está oculto bajo mantas y andamios.

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