Coco o el triunfo de la memoria sobre la muerte
A un par de días de haber sido estrenada en México, Coco ha sido un éxito rotundo, los seis años de trabajo que le dedicaron sus creadores se notan en cada pixel, además de llenarla de detalles y referencias a la cultura mexicana, en ella lograron capturar de manera brillante y conmovedora la visión de mundo de los antiguos mexicanos.
Hagamos pues un ejercicio de memoria y recordemos un poco las creencias de los antiguos mexicanos. Para empezar preguntémonos ¿qué es lo opuesto a la muerte? ¿La vida? En la cultura occidental, claro, sin duda, pero para los pueblos mesoamericanos no era así, al contrario, la vida y la muerte estaban ligadas en un solo concepto: la existencia. Vida y muerte eran indivisibles, sin una la otra no podía existir, imposible pensarlas por separado -tan absurdo como pensar en lluvia sin agua o en fuego sin calor-. Así pues, para las culturas prehispánicas el final de la existencia no podía llegar con la muerte física, porque simplemente, la muerte era parte de la existencia. Para entenderlo mejor, revisemos el siguiente poema de la tradición popular, originario de la región del Totonocapan:
Mueren los ríos,
mueren las estrellas,
mueren mis ojos,
mueren mis manos,
muere mi rostro.
Muere mi oído,
muere mi olfato,
muere mi sombra,
muere mi silencio,
muere mi ruido.
Muere la luna,
muere el dolor,
muere mi muerte,
y mi canto, mi canto, mi canto,
mi canto no morirá jamás.[1]
Con una construcción aparentemente simple, el poema es una enumeración donde se nos recuerda que todo muere: la naturaleza, algunos elementos del cielo y de la tierra, el individuo, su identidad, su percepción del mundo, el oído, el olfato, muere incluso el dolor que, estarán de acuerdo conmigo, sólo puede ser erradicado definitivamente con la muerte física; pero ¿existe más muerte que la muerte? Por supuesto: el olvido. Cuando llega el olvido, muere la muerte, tal como lo menciona el poema. Cuando nadie nos recuerda nuestra existencia se extingue por completo, lo único que no muere es el “canto”, para los pueblos mesoamericanos, la existencia se termina en el olvido y el único secreto para erradicarlo es la memoria, la que se guarda en el amor de las familias, en las tradiciones, en el arte, en la cultura.
Bajo esta misma concepción de la existencia, Coco es un viaje épico donde el amor, la música y la memoria triunfan ante la muerte.
Sin duda alguna, esta película hace una demostración de la belleza de las tradiciones, la riqueza y la complejidad de la cultura mexicana, pero aún más importante, nos enseña que con cada recuerdo, con cada fotografía, con cada anécdota sobre nuestros seres queridos, podemos vencer a la muerte. Coco nos permite compartir con el mundo la alegre celebración de este gran triunfo, y es que, ante el dolor que la muerte representa para cualquier ser humano, los mexicanos tenemos el antídoto: la memoria.
¡Feliz día de muertos!
[1] Poema en totonaco rescatado por Gabrila Badillo en el proyecto 68 voces : www.68voces.mx