Amparo Ochoa
(Culiacán, 1946- 1994)
Amparo Ochoa fue maestra rural y cantautora de la Nueva Canción, en la década de 1960.
Nació en el estado de Sinaloa en el seno de una familia campesina. Desde muy pequeña, destacó cantando en casa junto a su padre Don Chano y sus hermanos. Las primeras lecciones musicales se las dio su abuelo.
Estudió magisterio y trabajó como maestra rural en Sinaloa, pero la música siempre estuvo presente en su labor como docente.
A los 19 años, en 1965, participó y ganó un concurso en su ciudad natal, con la canción llamada Hermosísimo Lucero. Desde entonces empleó la música para defender temas sociales, tanto mexicanos como del resto de Latinoamérica.
En 1969 se trasladó a la Ciudad de México para ingresar en la Escuela Nacional de Música de la UNAM. Ese mismo año ganó el primer lugar en el Concurso de Aficionados de la XEW. Comenzó a actuar en bares y cafeterías y estableció un estrecha relación con cantautores dedicados a la música de contenido social, quienes la invitarían a los festivales de oposición. Desde entonces, se dedicó a las causas sociales, les cantaba a los obreros, a los estudiantes, y cantaba por la lucha para acabar con las diferencias sociales.
Alcanzó una gran popularidad, recorrió México y Latinoamérica, Estados Unidos, Europa y el Caribe, llevando su mensaje a través de la música y convirtiéndose así en «La voz de México».
El 8 de febrero de 1994, a los 48 años de edad, murió en Culiacán, Sinaloa víctima de cáncer.
La calaca
de Amparo Ochoa
Mucho cuidado, señores,
porque la muerte anda lista.
En el Panteón de Dolores
ya nos tiene una fosita.
Para los compositores
y uno que otro periodista,
licenciados y doctores,
todos están en la lista.
Tu-cu, tu-cu, ti-qui, ta-ca
¡Qué recanija calaca!
Cuando menos lo pensamos,
nos hace estirar la pata.
Yo me le escapé una vez,
pero por poco y me atrapa.
La muerte no enseña el cobre,
tampoco hace distinciones,
lo mismo se lleva al pobre
que al rico con sus millones.
Uno va en estuche de oro,
y el otro en puros calzones,
pero pasadito el tiempo
quedan igual de pelones.
Tu-cu, tu-cu, ti-qui, ta-ca
¡Qué recanija calaca!
Débiles y poderosos,
de morir nadie se escapa,
llevamos el mismo fin,
en petate o en petaca.
Yo conocí un comerciante
bueno pa’ robar al cliente,
las cosas que valen cinco
él siempre las daba a veinte.
Pero se murió de frío, ¡ay!
Pobrecito, de repente
lo mandaron al infierno
pa que el diablo lo caliente.
Tu-cu, tu-cu, ti-qui, ta-ca
¡Qué recanija calaca!
A todos esos careros,
llévatelos de corbata.
¡Indeseables usureros,
chupan como garrapata!
El obrero gana el pan
con el sudor de su frente
para que sus hijos coman,
aunque no lo suficiente.
Mientras muchos abusivos
viven violando las leyes,
ganando lo que ellos quieren
por andarse haciendo güeyes.
Tu-cu, tu-cu, ti-qui, ta-ca
¡Qué recanija calaca!
Yo les pido una disculpa,
si es que ya metí la pata.
Aunque son muy parecidos,
no es lo mismo buey que vaca.
La balanza de la vida
está muy desnivelada,
hay pocos que ganan mucho
y muchos no ganan nada.
El trabajo del obrero
no tiene compensaciones,
con esto del mini sueldo
¡no alcanza ni pa’ ca…miones!
Tu-cu, tu-cu, ti-qui, ta-ca
¡Qué recanija calaca!
Si tú conoces al diablo,
ruégale que no sea ingrato,
pa’ que el costo de la vida
se nos ponga más barato.
Mucho cuidado, señores,
los que ya son votadores,
ahí vienen las elecciones
con sus manipuladores.
Y cada partido dice
que votar por ellos debes
y que de aquí en adelante
nos darán vida de reyes, ¿no?
Tu-cu, tu-cu, ti-qui, ta-ca
¡Qué recanija calaca!
Y ahí viene otro presidente
a sonarnos la matraca
viene prometiendo mucho,
pero dará pura…
Tu-cu, tu-cu, ti-qui, ta-ca



